miércoles, 22 de mayo de 2019

"Continuidad de los parques": Historia de un crimen imperfecto


Durante uno de mis cursos de Español Básico, tuve la grata oportunidad de analizar críticamente uno de los mejores cuentos escritos por el queridísimo narrador argentino Julio Cortázar, "Continuidad de los parques", cuyo argumento general es el de un hombre interesado en concluir la lectura de una novela que, para sorpresa de todos, narra la manera en que su mujer y su contrincante (amante de aquella) acometen un plan para asesinarlo a él mismo, lector de la novela.

Es decir, mediante la técnica barroca meta-textual de insertar una historia dentro de otra, el cuento de Cortázar es el relato principal de un hombre que lee el relato secundario de dos asesinos (su mujer y un amante) que se han confabulado para matarlo. La historia concluye cuando uno de los asesinos se hace presente ante el hombre, dispuesto a consumar de una vez por todas su plan.


Según todos los indicios, el hombre está supuesto a morir, ya que es un incauto que se enfrenta a dos personas que han estado tramando su muerte con paciencia, esmero e inteligencia cabales. Para colmo, su asesino se ha posado detrás de él listo para cometer su crimen. Y aun así, la imaginación de muchos de mis estudiantes se rehusaba a dar por terminada la vida de un personaje que, a pesar de su dinero, se nos presenta en la lectura simplemente como un ávido y despistado lector.

Sorprendido por la defensa que mis estudiantes esgrimieron a favor del susodicho, se me ocurrió proponer que cada uno de ellos escribiera su propio final para el cuento, a partir de aquella última escena cuya lectura se interrumpe cuando un puñal ominoso está a punto de adentrarse en las carnes despistadas del protagonista.

A continuación, el agradable resultado literario de aquel ejercicio de redacción.


Versión de Víctor Cruz Ortiz (de gorra color roja, en la foto):

"El hombre siente la presencia del amante en la habitación. Sus manos sudorosas ya no acarician el sillón. Sin notarlo, deja caer la novela al suelo, rompiendo el macabro silencio que acapara la habitación. Decide recogerlo y observa cómo el amante se detiene frente a él. El amante, sin mediar palabras, clava el puñal en su cuello. Le fallaron las palabras para expresar su indiferencia por lo sucedido, y su mirada se dirigió al parque para despedirse de la tranquilidad que disfrutaba."


Versión de Nancy Salas Román.

"El amante llegó hasta su objetivo, sigiloso, tembloroso, pero convencido de que lo que iba a hacer era lo correcto. Pensando en los mejores momentos vividos con la mujer, para tener más valor. Aprovechó lo adentrado que estaba el hombre en la novela, se le acercó lentamente y tomándolo por sorpresa, puso fin a su vida con un puñal. Se retiró con el mismo sigilo con que entró. Sintiendo temor, por momentos, de que alguien lo hubiera visto. Más adelante se encontró con la mujer, igual de asustada que antes de despedirse del amante. Ella, con sentimientos encontrados de amor y temor, decide llegar hasta la casa y ver con sus propios ojos qué se había hecho. Llamó a la policía y trató de mantener la calma para que no se sospechara de su participación. Más tarde, ella se da cuenta que aquello, hecho con maldad, no daba la felicidad; y se arrepintió de lo ocurrido. El amante se quedó solo y con la mancha de un crimen en sus manos."


Versión de Martín Ortiz (de gorra negra, en la foto).

"A pesar de la intensa planificación de la mujer y el amante, ella jamás pudo sospechar que la tabla en el suelo estuviera suelta. Al escuchar el leve crujido, el hombre disparó al amante. La mujer, al oír el fuerte sonido de una escopeta, comenzó a llorar incontrolablemente."



Versión de Paola A. Padilla Pérez (de gorra marrón, en la foto).

"La sombra de un puñal en alto se mostraba entre las páginas abiertas del libro. En un instante, el libro se cerraba, el cuerpo del señor se giraba y el puñal bajaba.

Un corte limpio se observaba entre el cuello y pecho de la víctima y la sangre en los guantes de cuero del asesino caía. Decidido, se ha ido y limpiado todo rastro de evidencia sobre sí, para luego de unas cuatro horas, volver como planeado. Su papel de mayordomo sorprendido había quedado espléndido, y el asesinato se le atribuyó a alguno de los enemigos en las finanzas.

La mujer, todavía en proceso de aceptación de lo sucedido, se refugiaba a escondidas en una habitación, en los brazos de su amante, su mayordomo."



Versión de Jesús Nieto Pérez (joven resguardado por el resto del grupo, en la foto).

"El hombre percibe un celaje, una sombra, que le deja saber que hay alguien en el salón. Se para y se defiende del ataque del amante, provocando que este se entierre el puñal, en defensa propia. El hombre sospecha que el amante fue a matarlo por dinero, porque el hombre no sabía que su mujer le era infiel."


Versión de Amaury Nieves Vega.

"Habiendo muerto el hombre en su sofá a manos del amante, su mujer y este fueron perseguidos por la ley al ponerse en evidencia con su desaparición tras la muerte del marido."

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